viernes, 30 de marzo de 2012

Exposición en la Casa-Fundación de Miguel Hernández

La Fundación Miguel Hernández acoge por vez primera una colección de esculturas en su sala de exposiciones. La muestra que recibe el titulo de Viajes y Estancias es obra del escultor Carlos Carmona y ofrece un compendio de la obra de este artista por todas las partes del rincón hernandiano, e incluso alguna obra de este escultor extremeño se escapa de los límites de los edificios y se aposenta delante de ellos para recibir al visitante.

La obra expuesta pretende establecer un diálogo creador entre la sala y la casa museo, ya que se ha creado un recorrido entre ambos espacios en el que las esculturas nos hablan de ausencias y viajes, y con ello también de la presencia del ser, de ahí que las esculturas se encuentren por todas partes: dentro de la sala, en la casa, en la sede de la fundación y en cualquier rincón, para dar sensación de dinamismo.

Carmona tiene una dilatada cartera de exposiciones y ha llevado su obra a lo largo del territorio peninsular. Ha expuesto obra propia desde 1986.

Se trata de la primera exposición de esculturas de la sala, señalan desde la Fundación Miguel Hernández, y en la misma la ausencia y la fragilidad del ser son algunos de los temas que reflejan la vida trashumante y peregrina del hombre. Los equipajes y sillas o balancines trascienden su uso cotidiano para convertirse en metáforas de la pérdida del paraíso y de la auténtica mayoría de edad del hombre.

El propio autor define su obra con ese sentido del vacío y trabaja materiales de lo más variado, desde metales rojizos a las maderas más cálidas, creando un contraste. Carmona quiere que sus esculturas hablen y lo hacen con metales retorcidos y con algunas creaciones de difícil equilibrio. Sorprende el encontrarse con grupos escultóricos en los que las cosas pierden su sentido primigenio. Así cobran nueva expresión formal transparencias y asientos de espinas, enormes clavos de traviesas y madejas de esparto se presentan a los ojos del espectador.

Otro grupo habla de equipajes y maletas pesadas que esperan que alguien las recoja del suelo, para viajeros que no se sabe de dónde vienen ni tampoco a dónde se dirigen, acaso hacia un viaje al interior de las personas, para conocerse mejor.

La música y la escultura se hermanan con instrumentos que el autor define para la música del tiempo, con contrabajos que en vez de cuerdas presentan clavos o violinistas estilizados que o gustan y hacen reflexionar sobre el arte o la vida, o dejan al espectador retomando el interrogante que planea sobre la obra de Carmona.

En suma, una colección de esculturas las que ofrece por vez primera la Fundación Hernandiana para aquellos que encuentran en la transformación de los objetos cotidianos en la pura abstracción el sentido del arte.

J. Andreu (Diario LA VERDAD)


sábado, 24 de marzo de 2012



"En la mascarada del arte sólo cabe la bondad de los indignos" (A. F. Verdú)

   Quizás podríamos plantearnos que la obra de Carlos Carmona comienza a partir de una revisión de los objetos, y atisbar, desde lejos, alguna posible relación con lo que fue el pop español, más cercano a lo povera que al claro sentido de la sociedad de consumo americana en donde se centran sus raíces. Y aunque sabemos que esto no es así, es indispensable poner alguna referencia para adentrarnos si acaso a nivel estético en su obra, pero como lo que nos interesa realmente es desenmascarar lo que hay detrás de esta aparente imitación de la realidad, aprovecho mi condición de amigo, conocedor de su obra, para pensar que a Carlos no le interesa demasiado la belleza formal, ni el brillo de sus maderas nobles y ni siquiera el importante y vibrante sonido de su música. Hay algo que se nos escapa, y no es la importancia del espacio vacío que hay entre sus cuerdas, sino la necesidad del hombre para que el objeto pueda vivir intensamente, el instrumento, la escultura visible es la excusa, la belleza que no se esfuma, que no perece, el pretexto para contarnos la historia de una ausencia, el hombre que no está, el viajero, el músico, aquel que estuvo, el que no vemos, al que no oímos, pero al que esta obra crea un cordón umbilical que nos hace sentir que esta ausencia posiblemente es la nuestra. Tocar la ausencia no es fácil, este es el reto, el sonido de la llegada y el adiós.
   Qué importa si se habla de la vida o de la muerte, porque indudablemente esta escultura es nuestra propia memoria.
Rafael Maestro Lozano